
¡Bienvenido a un viaje donde el misterio y el terror se entrelazan en cada página! Te presentamos «Ecos del Averno… Llaman a tu puerta», la novela que está cautivando a muchos lectores y que ahora está disponible para ti. Si alguna vez te has preguntado qué se esconde en los rincones más oscuros de la historia, o si el pasado puede realmente alcanzarnos, este libro es tu puerta de entrada a un mundo donde nada es lo que parece y cada capítulo te dejará sin aliento.
¿De qué trata «Ecos del Averno… Llaman a tu puerta»?
Imagina un pueblo abandonado en las profundidades de España, un lugar donde las leyendas susurran sobre rituales antiguos y pactos olvidados. Ahora, imagina que tú y un amigo decidís explorarlo, atraídos por un oscuro secreto y la promesa de aventura y misterio. Eso es lo que hacen Arturo y Javier, dos amigos que, sin saberlo, están a punto de desenterrar una maldición que ha estado dormida durante siglos.
Pero no es solo una historia de fantasmas. Es una carrera contra el tiempo, una lucha por entender los enigmas de un pasado que se niega a morir. A medida que avanzan, se dan cuenta de que no están solos: algo los observa, algo que conoce sus nombres y que no los dejará escapar tan fácilmente.
¿Por qué este libro es diferente?
«Ecos del Averno… Llaman a tu puerta» no es solo una novela de terror; es una experiencia que te sumerge en la historia y el folclore de España, llevándote a través de enclaves malditos como Ochate, Las Médulas y el Cortijo Jurado. Cada lugar es real, cada leyenda tiene un eco de verdad, y cada página te hará cuestionar cuánto de lo que lees es ficción… y cuánto podría ser real.
Lo que realmente distingue a este libro es su capacidad para jugar con tus emociones. No solo sentirás miedo; sentirás la desesperación de los personajes, su lucha por sobrevivir y su determinación por desentrañar el misterio antes de que sea demasiado tarde. Y cuando creas que has encontrado todas las respuestas, un giro final te dejará con la boca abierta, preguntándote si la maldición realmente ha terminado… o si solo ha comenzado.
¿Para quién es este libro?
Si te apasiona el terror psicológico, los misterios históricos y las historias que te mantienen despierto por la noche, este libro es para ti. Pero también es para aquellos que buscan algo más: una narrativa que te haga reflexionar sobre el poder del pasado, la fragilidad de la realidad y la delgada línea entre la cordura y la locura.
No importa si eres un veterano del género o si apenas estás comenzando a explorar el mundo del terror; «Ecos del Averno… Llaman a tu puerta» te atrapará desde la primera página y no te soltará hasta el final.
¿Qué dicen los lectores?
«Un viaje escalofriante que te hace dudar de todo. No pude soltarlo hasta la última página y me quedé con ganas de más.»
— María L., lectora verificada
«La mezcla perfecta de historia, terror y suspenso. Cada capítulo es un nuevo enigma que te obliga a seguir leyendo.»
— Carlos R., crítico literario
«Si crees que lo has visto todo en el género de terror, este libro te demostrará que aún hay mucho por descubrir. Imprescindible.»
— Ana G., bloguera de libros
¡No esperes más para descubrir el secreto!
El pasado está llamando, y solo tú puedes decidir si responderás. ¿Estás listo para adentrarte en los enclaves malditos de España y enfrentarte a una maldición que ha perdurado durante siglos? «Ecos del Averno… Llaman a tu puerta» te espera, pero ten cuidado: una vez que empieces, no podrás dejar de leer.
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Aquí os dejo el prólogo y el primer capítulo del libro, en exclusiva para vosotros, para ir abriendo boca… ¡Disfrutadlo!
Prólogo: La Sombra de Ochate
Años atrás, Ochate.
El viento aullaba entre las ruinas de Ochate, un gemido que parecía surgir de las entrañas de la tierra. El padre Gregorio, con el rostro demacrado y los ojos enrojecidos por el insomnio, escribía febrilmente en su diario a la luz vacilante de una vela.
—La sombra no duerme —susurró, la voz quebrada por el miedo—. Está aquí, siempre aquí.
Un crujido resonó desde el ventanal de la torre. Al girarse, vio una figura alta y sin rostro recortada contra la luna, inmóvil, observándolo. El frío se coló en sus huesos, y el diario cayó de sus manos temblorosas, abierto en una página con un dibujo tosco: un círculo atravesado por líneas quebradas, como una estrella rota.
Debajo, garabateado:
“Umbra non dormit. Aurum maledictum.”
(La sombra no duerme. El oro maldito.)
La vela se apagó con un soplido del viento, y un susurro llenó la oscuridad:
—Gregorio…
Cuando la luz de la luna volvió a filtrarse, el diario yacía solo en el suelo. Gregorio había desaparecido.
Capítulo 1: La Cena
El restaurante estaba envuelto en una penumbra suave, y las lámparas colgantes apenas rozaban las mesas con un resplandor ámbar que dejaba los rincones en sombras.
Arturo Torres tamborileó los dedos sobre la carta de vinos, sin leer realmente las opciones. Tenía la costumbre de analizar el ambiente antes de pedir, un reflejo de periodista que nunca había logrado apagar. Desde que había salido de la facultad, se había acostumbrado a observar antes de actuar. Los años cubriendo sucesos le habían dado una mirada escéptica, casi analítica, como si siempre buscara la historia oculta en cada escena.
Frente a él, Javier esbozaba una sonrisa ladeada, pero no llegaba a sus ojos. Había algo extraño en él esa noche. Javier, su colega desde la universidad, siempre había sido el contrapunto perfecto a su racionalidad. Más impulsivo, más intuitivo, el tipo que se lanzaba a una historia sin pensar demasiado en las consecuencias. Mientras Arturo buscaba hechos y pruebas, Javier se guiaba por instinto, por la sensación de que algo estaba fuera de lugar.
—Te has dejado barba —dijo Arturo mientras servía vino—. ¿Filósofo o vago?
Javier soltó una risa seca.
—Hace meses que no nos vemos, Torres, y sigues igual de cabrón. Filósofo con insomnio. O el tipo que se afeita con una botella rota. Tú eliges.
—No todos cambiamos —respondió Arturo con un encogimiento de hombros.
Sonrió, pero la tensión seguía ahí. Habían compartido redacciones, noches de cierre y más de una discusión sobre qué era más importante en una historia: la emoción o los hechos. Pero esta vez, Javier no parecía el mismo de siempre.
Hablaron de trivialidades —trabajo, viajes, las últimas series que habían visto—, pero Javier apenas tocó la comida y el tenedor danzaba sin propósito sobre el plato. Finalmente, dejó caer el cubierto con un suspiro pesado.
—No estoy bien, Arturo —dijo, con la voz baja y los nudillos blancos—. Sé que vas a pensar que estoy loco, pero necesito soltarlo.
Arturo arqueó una ceja, con la copa a medio camino.
—¿Soltar qué? ¿Te uniste a un culto otra vez?
—No hay culto que me acepte ahora —respondió Javier, sin humor—. Pasé una noche en Ochate.
Arturo frunció el ceño, intrigado, pero sintió un nudo en el estómago.
—¿En serio? ¿El pueblo maldito?
Javier asintió.
—Fui con amigos. Cervezas, un poco de misterio. Pero… —Hizo una pausa, con los ojos perdidos—. No fue divertido. Algo me está comiendo desde entonces.
El tono crudo de Javier heló a Arturo.
—No me jodas. ¿Qué pasó?
Javier humedeció sus labios.
—En la torre, antes del amanecer. El aire estaba helado, quieto. Lo vi en la niebla. Alto, sin rostro. Un vacío con forma. Me miraba.
Un escalofrío recorrió a Arturo.
—¿Y tus amigos? ¿O estabas muy borracho para contar cabezas?
—No lo vieron —dijo Javier, y sus manos temblaron al sacar el móvil—. Pensaron que alucinaba. Mira la foto antes de que me internen, porque quiero asegurarme de que no estoy volviéndome completamente loco.
Arturo tomó el teléfono. La imagen mostraba la torre envuelta en niebla y, al ampliarla, allí estaba: una figura borrosa, alta, sin rostro, un vacío oscuro.
—¿Qué coño…? —susurró, y forzó una sonrisa—. Niebla, ¿no? O tus amigos te photoshopearon para que pagases las cervezas.
Javier lo miró, suplicante.
—¿Niebla? Dímelo tú, porque me está consumiendo. Lo siento en las sombras, en casa… incluso aquí. ¿Pedimos una sombra para llevar?
Soltó la broma, tirando de su típica ironía, pero con un toque descafeinado y amargo.
Arturo dejó el móvil sobre la mesa y tomó un sorbo de vino para calmarse. Quería una explicación, pero la foto lo sacudía.
—Habrá una lógica —dijo, aunque la duda se coló en su voz—. La encontraremos.
Javier rió, un jadeo nervioso, y jugó inconscientemente con el tenedor en la mesa hasta que este se enganchó en el mantel.
—Genial, ahora el mantel también me odia.
Arturo miró la foto otra vez.
La figura seguía allí, inmóvil en la niebla.
Y el eco de Ochate se extendía.